Días de furia (The Assassination of Richard Nixon, 2004)
Ópera prima de producción independiente, esta película de Niels Mueller trata de un fenómeno típico de la patología social estadounidense: el magnicidio (que tiene su variante en la matanza al azar, también característica de EEUU). Paradójicamente, es un crimen que se gesta en lo más profundo del individuo aislado y sólo eventualmente en la conspiración. La analogía con Taxi driver (Scorsese, 1976) es inevitable, pero el papel decisivo que allí tenían el trauma de la guerra de Vietnam y el sucesivo abandono de la sociedad, sufridos por un campesino, le conferían un valor político preponderante. Aquí en cambio, a pesar de la escogencia de un blanco del máximo nivel político, asistimos a un lento y complicado proceso de racionalización psicológica que hilvana ideales morales, ideologías democráticas y la más dolorosa frustración afectiva para responsabilizar al presidente corrupto. El director apuesta a la omnipresencia agobiante de Sean Penn y a la autenticidad de la historia, ocurrida realmente en 1974. Prueba convincente de esto último es la rebuscada invocación del protagonista al famoso músico progresista Leonard Bernstein para que lo defienda, en una confesión grabada que acompaña en off toda la película.
Ambretta Marrosu
Publicado en Ultimas Noticias el jueves 3 de agosto de 2006
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